Las relaciones afectivas aportan seguridad y
mejoran nuestra calidad de vida pero también derivan en problemas cuando
existen distintos intereses o puntos de vista. Los conflictos pueden resultar
dolorosos y complicados de afrontar porque generan emociones negativas
intensas. En estas situaciones, la mayoría de los adultos sabemos que es
necesario emplear estrategias (escuchar las demandas del otro, expresar las
nuestras, dialogar) para tratar de encontrar una solución pacífica que
satisfaga a ambas partes.
Aunque a veces
nos cueste templar los nervios y aproximarnos a la postura del otro, jamás nos
planteamos abofetear o pegar un cachete, insultar o amenazar con un castigo a
nuestra pareja, amigos, compañeros de trabajo o empleados en un negocio si
hacen algo que nos molesta, si su comportamiento nos parece irritante. Si eres
capaz de controlarte en estos casos, ¿por qué no con tu hijo o hija?
Los conflictos
con nuestros seres más próximos son pruebas de resistencia que nos ayudan a
conocernos mejor a nosotros mismos y a nuestros allegados. Si conseguimos
solucionarlos de una manera no violenta, permiten estrechar los lazos de esa
relación afectiva, ya que indicará que el amor que nos une está por encima de
las adversidades, el egoísmo, los malos entendidos o el orgullo. Todos los
implicados deben ser conscientes de su parte de responsabilidad en el problema
y tener voluntad de resolverlo. Si algún miembro no tiene interés o sus
emociones le impiden estar abierto a buscar una solución, no será posible
llegar a conciliar posturas. También es necesario saber cuándo es el momento
idóneo para intervenir. Si estamos muy enfadados o tensos con alguien, no es
útil sentarnos a hablar en ese momento, ya que es muy probable que nuestro
malestar aumente y se bloquee la comunicación.
El conflicto dentro de la
familia es, por tanto, una oportunidad para que madre, padre e hijos(as) se
conozcan más y mejor, para que los vínculos afectivos se fortalezcan y se
construyan puentes nuevos de comunicación. Pero evidentemente hay un riesgo: a veces
el conflicto parece estancarse, volverse tan grande y tan grave que no sabemos
qué hacer, es como si nos superara.
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