lunes, 25 de febrero de 2013

Normas y límites


Como seres sociales, las personas necesitamos aprender una serie de normas que nos permitan vivir con los demás. Decir no al castigo físico no significa pensar que no vamos a enseñar normas e imponer límites a nuestros hijos e hijas. 
Las normas son una parte necesaria del proceso educativo. A partir de ellas no sólo se regulan los comportamientos permitidos o censurados sino que se les ofrece a los niños una serie de elementos de contención que les permiten dar estabilidad y coherencia al mundo social en el que viven.
La finalidad de las normas es la de permitir que los niños y niñas las hagan suyas mediante un proceso crítico. Así podrán incorporarse cuanto antes al mundo de los adultos contando con las normas de sus mayores y a la vez con sus propias visiones y aportaciones. 
En este sentido el castigo físico se muestra una vez más ineficaz. Al no permitir el razonamiento, al estar reñido con el diálogo, al sustentarse en la diferencia de fuerzas entre adulto y niño, el castigo físico no enseña a ser independiente y autónomo. Obliga a una obediencia ciega, obliga a la sumisión y obliga a la dependencia.
En ocasiones se piensa que el castigo físico es necesario porque no hay otros procedimientos para generar disciplina. Es un razonamiento equivocado. Hay formas de enseñar normas que no implican castigo físico. La instrucción y el diálogo han de ser norma en las relaciones familiares. Marcan las diferencias respecto a la disciplina autoritaria:
• Las normas se basan en razones conocidas y consensuadas entre padres e hijos.
• En aquellos casos en que el consenso no sea posible, los padres y madres explican y razonan las normas de la forma más comprensible para el niño o la niña.
• Las actuaciones han de ser educativas, no fruto de la comodidad.
• Las razones argumentadas han de ser por el bien común de los niños, niñas y adultos.
Padres e hijos estarán dispuestos a cambiar y adaptar las normas si lo consideran oportuno. 
   En la toma de decisiones, se debe respetar y tener en cuenta la opinión de los niños y las niñas.
Las decisiones deben tener una mínima estabilidad para facilitar la convivencia familiar.
Los padres deben tomar la última decisión, si desean cumplir su función protectora y educadora.
• Se debe fomentar en padres e hijos la capacidad de anticipar las consecuencias de sus actos
          • Una vez realizados, hacer a los niños responsables de sus actos, no culpables de sus  equivocaciones.

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