Durante las próximas semanas iré escribiendo varias entradas en el blog sobre la educación e inteligencia emocional; qué es; por qué es importante desarrollarla dentro del contexto familiar; recomendaciones para trabajar con vuestros/as hijos/as y con vosotros/as mismos/as.
La educación emocional es un proceso educativo, continuo y permanente, que pretende potenciar el desarrollo de las competencias emocionales como elemento esencial del desarrollo humano, con el objetivo de capacitarle para la vida y con la finalidad de aumentar el bienestar personal y social (Bisquerra, 2002). La educación emocional es un forma de prevención; prevención que pretende minimizar la vulnerabilidad de la persona a determinadas disfunciones como el estrés, la depresión, la impulsividad, agresividad,...
Entre otros objetivos, la educación emocional pretende:
- Adquirir un mejor conocimiento de las propias emociones.
- Identificar las emociones de los demás.
- Denominar a las emociones correctamente.
- Desarrollar la habilidad para regular las propias emociones.
- Subir el umbral de tolerancia a la frustración.
- Prevenir los efectos nocivos de las emociones negativas.
- Desarrollar la habilidad de generar emociones positivas.
- Desarrollar la habilidad de automotivarse.
- Adoptar una actitud positiva ante la vida.
- Aprender a fluir.
La familia es el entorno por excelencia para que se dé el
desarrollo de competencias emocionales. Se crean fuertes lazos
emocionales entre padres/madres e hijos/as que hacen que todos puedan
aprender a ser emocionalmente inteligentes con el objetivo de conseguir
vivir todos en plenitud y bienestar.
La familia es una oportunidad idónea para el desarrollo de competencias emocionales. En las relaciones interpersonales es inevitable el conflicto. La gestión positiva de los mismos es un aprendizaje importante que se inicia en la familia. Además de contribuir a que los hijos e hijas sean más inteligentes emocionalmente.