El juego es
una actividad imprescindible para el desarrollo y formación de los niños y
niñas. La calidad y cantidad de horas de juego del niño/a se derivará en
conocimientos, aptitudes y habilidades necesarias para la vida.
El juego
desestructurado, el que ellos/as crean, es muy beneficioso. Se enfrentan a
conflictos y aprenden a resolverlos. Supone un trabajo en grupo, motivación,
negociación, liderazgo,… Es un parte importante para el desarrollo de la
inteligencia; desarrollan habilidades sociales, estimulan el pensamiento
creativo y la imaginación. Además posee una gran capacidad de relajación.
Los
niñas/as juegan todo el tiempo: cuando comen, cuando caminan por la calle,
cuando observan a los demás, cuando les decimos que tienen que ir a dormir,
cuando nos llaman, cuando lloran y cuando estamos distraídos. Juegan a cada
instante en medio de la interacción con la realidad. Jugar es la manera más
directa de relacionarnos con los niños/as. Al jugar con ellos y ellas nos
adentramos durante un rato en su mundo, además se favorece la creación de un
vínculo afectivo sólido que se traduce en la base de confianza y seguridad que
los niños/as necesitan.
Desde que nacemos
debemos aprender muchas cosas hasta que
nos convertimos en adultos, y lo aprendemos a través de la actividad lúdica.
Nos desarrollamos a través del juego, por eso nuestros juegos cambian a medida
que crecemos.
Los bebés necesitan
jugar desde los primeros meses de vida y lo hacemos de acuerdo a nuestras
posibilidades.
Jugando descubren
sus píes y manos, los mueven, patalean, balbucean, imitan los primeros sonidos
y coordinan nuestros movimientos. Con el tiempo perfeccionamos estas
actividades hasta poder tirar cosas, jugar al balón, hablar, pintar y escribir.
A través del
juego se expresan, se divierten, ensayan y experimentan determinadas
situaciones sin riesgo alguno.
Todo ello, además
de favorecer el crecimiento de sus capacidades sensoriales y físicas, favorece su
desarrollo cognitivo:
- Con los
juegos de movimiento, o sea cuando corren, saltan, caminan; aprenden nociones
de velocidad, peso, gravedad, dirección y equilibrio. Por ejemplo; al saltar se
empiezan a dar cuenta de que para saltar más alto tienen que coger más impulso.
Además estos juegos no sólo los estimulan sino que los ayudan a ejercitar
nuestra coordinación corporal sin dolor.
El juego del movimiento
frecuente lo inician los adultos cuando siendo bebés sus suben por lo alto, nos
mecen,..., siendo una de sus primeras experiencias sociales que compartiremos
con sus iguales aproximadamente a los 3 años.
- Cuando juegan
con los objetos empiezan a ver su
utilidad, sus cualidades, propiedades comunes, y las leyes físicas que les
gobiernan. Obtienen mucha información por medio de sus sentidos y, ésta les
ayuda a formar conocimientos.
Sus juegos con
los objetos van cambiando a medida que crecen, a los 4 años empiezan a jugar
con intencionalidad: construyen, manipulan, rompen juguetes para ver qué
ocurre, modelan y dibujan.
- Al empezar a
jugar con otros practican los conceptos, roles sociales y las reglas y
costumbres de nuestra cultura: es un medio de adaptación social.
En la etapa
preoperacional (a los 2 años) su egocentrismo es muy evidente sobre todo cuando
se acercan a otro niño o niña no para jugar con él sino para quitarle el
juguete u objeto que tiene. Pueden dar, incluso, la sensación que están jugando
juntos pero el caso es que cada uno va a
lo suyo, no hay interacción.
A los 4 años,
en cambio, tienen algunas nociones de lo que es la perspectiva del otro, así pueden
explicar con sus palabras los sentimientos que tiene un amigo que se ha
enfadado o que ha perdido su juguete favorito.
Los que están a
punto de superar esta etapa comienzan a manejar conocimientos sociales a través
del juego dramático: imitando, fingiendo o representando papeles, con ello comienzan
a mejorar su representación simbólica además de tener la oportunidad de
proyectarse en otras personalidades, meterse en otros papeles y tener la
posibilidad de experimentar y vivir multitud de pensamientos y sentimientos.
En este
sentido, las situaciones ficticias que crean son, para ellos y ellas tan reales
como las que ven en el mundo de los adultos y con ellas aprenden a experimentar
las consecuencias y vivencias de este mundo, jugando a papas y mamas, a bomberos,
a casitas, etc. Comienzan a desarrollar los juegos de roles e imitación a
partir de los 2 años haciéndose más significativos cuando alcanzan los 4 y
siendo realmente colectivos a partir de los 7-8 años.
- A partir de
los 7 años y hasta los 12, pasan al estadio que Piaget llama de operaciones
concretas. Con ello desaparece su egocentrismo y sus operaciones mentales son
irreversibles. Es en esta etapa en la que aparece el juego reglado, o sea,
cuando juegan, se someten a reglas o normas. Antes de esta edad, las reglas son
para ellos y ellas sagradas pero a partir de este momento empiezan a darse
cuenta de que las reglas son el resultado de un acuerdo entre iguales. No
obstante existen diferencias dentro de este periodo de edad ya que a los 7-8
años necesitan reglas claras mientras que a partir de los 10 años dan
preferencia a los juegos en los que las reglas son orientaciones y dejan lugar
a la iniciativa de los jugadores.
En esta etapa
compiten y cooperan en el juego pero que aparezca más componente de competitivo
o cooperativo va a ser resultado del trabajo que los padres y madres hagan en
sus intervenciones.
- A partir de
los 12 años entran en lo que Piaget denomina periodo de las Operaciones
Formales, a partir de esta edad sus grupos cambian pasando a ser mixtos y, sus juegos
se hacen más complejos y con características diferentes a la etapa anterior ya
que se les debe a ayudar a asimilar los
grandes cambios a los que nos enfrentamos: la amistad, la curiosidad por todo
lo que les ocurre, el aspecto investigador, la aventura y las reglas secretas
impregnan el carácter de los mismos.