miércoles, 27 de febrero de 2013

Cómo afrontar y resolver conflictos II

El próximo viernes 1 de Marzo, la Asociación Chuchamel organiza un taller sobre Conflictos.
Se realizará a las 18 horas, en la segunda planta de la casa de la bola en Cangas.

En el taller trataremos:
  • La comunicación con nuestros hijos e hijas
  • Normas y límites
  • Claves para combatir el estrés en la familia


Para inscribirse es necesario enviar un correo electrónico a:
asociacionlactanciachuchamel@gmail.com


lunes, 25 de febrero de 2013

Normas y límites


Como seres sociales, las personas necesitamos aprender una serie de normas que nos permitan vivir con los demás. Decir no al castigo físico no significa pensar que no vamos a enseñar normas e imponer límites a nuestros hijos e hijas. 
Las normas son una parte necesaria del proceso educativo. A partir de ellas no sólo se regulan los comportamientos permitidos o censurados sino que se les ofrece a los niños una serie de elementos de contención que les permiten dar estabilidad y coherencia al mundo social en el que viven.
La finalidad de las normas es la de permitir que los niños y niñas las hagan suyas mediante un proceso crítico. Así podrán incorporarse cuanto antes al mundo de los adultos contando con las normas de sus mayores y a la vez con sus propias visiones y aportaciones. 
En este sentido el castigo físico se muestra una vez más ineficaz. Al no permitir el razonamiento, al estar reñido con el diálogo, al sustentarse en la diferencia de fuerzas entre adulto y niño, el castigo físico no enseña a ser independiente y autónomo. Obliga a una obediencia ciega, obliga a la sumisión y obliga a la dependencia.
En ocasiones se piensa que el castigo físico es necesario porque no hay otros procedimientos para generar disciplina. Es un razonamiento equivocado. Hay formas de enseñar normas que no implican castigo físico. La instrucción y el diálogo han de ser norma en las relaciones familiares. Marcan las diferencias respecto a la disciplina autoritaria:
• Las normas se basan en razones conocidas y consensuadas entre padres e hijos.
• En aquellos casos en que el consenso no sea posible, los padres y madres explican y razonan las normas de la forma más comprensible para el niño o la niña.
• Las actuaciones han de ser educativas, no fruto de la comodidad.
• Las razones argumentadas han de ser por el bien común de los niños, niñas y adultos.
Padres e hijos estarán dispuestos a cambiar y adaptar las normas si lo consideran oportuno. 
   En la toma de decisiones, se debe respetar y tener en cuenta la opinión de los niños y las niñas.
Las decisiones deben tener una mínima estabilidad para facilitar la convivencia familiar.
Los padres deben tomar la última decisión, si desean cumplir su función protectora y educadora.
• Se debe fomentar en padres e hijos la capacidad de anticipar las consecuencias de sus actos
          • Una vez realizados, hacer a los niños responsables de sus actos, no culpables de sus  equivocaciones.

miércoles, 20 de febrero de 2013

La importancia del juego



El juego es una actividad imprescindible para el desarrollo y formación de los niños y niñas. La calidad y cantidad de horas de juego del niño/a se derivará en conocimientos, aptitudes y habilidades necesarias para la vida.
El juego desestructurado, el que ellos/as crean, es muy beneficioso. Se enfrentan a conflictos y aprenden a resolverlos. Supone un trabajo en grupo, motivación, negociación, liderazgo,… Es un parte importante para el desarrollo de la inteligencia; desarrollan habilidades sociales, estimulan el pensamiento creativo y la imaginación. Además posee una gran capacidad de relajación.
Los niñas/as juegan todo el tiempo: cuando comen, cuando caminan por la calle, cuando observan a los demás, cuando les decimos que tienen que ir a dormir, cuando nos llaman, cuando lloran y cuando estamos distraídos. Juegan a cada instante en medio de la interacción con la realidad. Jugar es la manera más directa de relacionarnos con los niños/as. Al jugar con ellos y ellas nos adentramos durante un rato en su mundo, además se favorece la creación de un vínculo afectivo sólido que se traduce en la base de confianza y seguridad que los niños/as necesitan.


Desde que nacemos debemos aprender muchas cosas hasta  que nos convertimos en adultos, y lo aprendemos a través de la actividad lúdica. Nos desarrollamos a través del juego, por eso nuestros juegos cambian a medida que crecemos.

Los bebés necesitan jugar desde los primeros meses de vida y lo hacemos de acuerdo a nuestras posibilidades.
Jugando descubren sus píes y manos, los mueven, patalean, balbucean, imitan los primeros sonidos y coordinan nuestros movimientos. Con el tiempo perfeccionamos estas actividades hasta poder tirar cosas, jugar al balón, hablar, pintar y escribir.

A través del juego se expresan, se divierten, ensayan y experimentan determinadas situaciones sin riesgo alguno.
Todo ello, además de favorecer el crecimiento de sus capacidades sensoriales y físicas, favorece su desarrollo cognitivo:
- Con los juegos de movimiento, o sea cuando corren, saltan, caminan; aprenden nociones de velocidad, peso, gravedad, dirección y equilibrio. Por ejemplo; al saltar se empiezan a dar cuenta de que para saltar más alto tienen que coger más impulso. Además estos juegos no sólo los estimulan sino que los ayudan a ejercitar nuestra coordinación corporal sin dolor.
El juego del movimiento frecuente lo inician los adultos cuando siendo bebés sus suben por lo alto, nos mecen,..., siendo una de sus primeras experiencias sociales que compartiremos con sus iguales aproximadamente a los 3 años.
- Cuando juegan con los objetos empiezan a  ver su utilidad, sus cualidades, propiedades comunes, y las leyes físicas que les gobiernan. Obtienen mucha información por medio de sus sentidos y, ésta les ayuda a formar conocimientos.

Sus juegos con los objetos van cambiando a medida que crecen, a los 4 años empiezan a jugar con intencionalidad: construyen, manipulan, rompen juguetes para ver qué ocurre, modelan y dibujan.
- Al empezar a jugar con otros practican los conceptos, roles sociales y las reglas y costumbres de nuestra cultura: es un medio de adaptación social.
En la etapa preoperacional (a los 2 años) su egocentrismo es muy evidente sobre todo cuando se acercan a otro niño o niña no para jugar con él sino para quitarle el juguete u objeto que tiene. Pueden dar, incluso, la sensación que están jugando juntos pero el caso es que cada uno  va a lo suyo, no hay interacción.
A los 4 años, en cambio, tienen algunas nociones de lo que es la perspectiva del otro, así pueden explicar con sus palabras los sentimientos que tiene un amigo que se ha enfadado o que ha perdido su juguete favorito.

Los que están a punto de superar esta etapa comienzan a manejar conocimientos sociales a través del juego dramático: imitando, fingiendo o representando papeles, con ello comienzan a mejorar su representación simbólica además de tener la oportunidad de proyectarse en otras personalidades, meterse en otros papeles y tener la posibilidad de experimentar y vivir multitud de pensamientos y sentimientos.
En este sentido, las situaciones ficticias que crean son, para ellos y ellas tan reales como las que ven en el mundo de los adultos y con ellas aprenden a experimentar las consecuencias y vivencias de este mundo, jugando a papas y mamas, a bomberos, a casitas, etc. Comienzan a desarrollar los juegos de roles e imitación a partir de los 2 años haciéndose más significativos cuando alcanzan los 4 y siendo realmente colectivos a partir de los 7-8 años.

- A partir de los 7 años y hasta los 12, pasan al estadio que Piaget llama de operaciones concretas. Con ello desaparece su egocentrismo y sus operaciones mentales son irreversibles. Es en esta etapa en la que aparece el juego reglado, o sea, cuando juegan, se someten a reglas o normas. Antes de esta edad, las reglas son para ellos y ellas sagradas pero a partir de este momento empiezan a darse cuenta de que las reglas son el resultado de un acuerdo entre iguales. No obstante existen diferencias dentro de este periodo de edad ya que a los 7-8 años necesitan reglas claras mientras que a partir de los 10 años dan preferencia a los juegos en los que las reglas son orientaciones y dejan lugar a la iniciativa de los jugadores.
En esta etapa compiten y cooperan en el juego pero que aparezca más componente de competitivo o cooperativo va a ser resultado del trabajo que los padres y madres hagan en sus intervenciones.

- A partir de los 12 años entran en lo que Piaget denomina periodo de las Operaciones Formales, a partir de esta edad sus grupos cambian pasando a ser mixtos y, sus juegos se hacen más complejos y con características diferentes a la etapa anterior ya que se les  debe a ayudar a asimilar los grandes cambios a los que nos enfrentamos: la amistad, la curiosidad por todo lo que les ocurre, el aspecto investigador, la aventura y las reglas secretas impregnan el carácter de los mismos.

lunes, 11 de febrero de 2013

Conflictos



Las relaciones afectivas aportan seguridad y mejoran nuestra calidad de vida pero también derivan en problemas cuando existen distintos intereses o puntos de vista. Los conflictos pueden resultar dolorosos y complicados de afrontar porque generan emociones negativas intensas. En estas situaciones, la mayoría de los adultos sabemos que es necesario emplear estrategias (escuchar las demandas del otro, expresar las nuestras, dialogar) para tratar de encontrar una solución pacífica que satisfaga a ambas partes. 

 
Aunque a veces nos cueste templar los nervios y aproximarnos a la postura del otro, jamás nos planteamos abofetear o pegar un cachete, insultar o amenazar con un castigo a nuestra pareja, amigos, compañeros de trabajo o empleados en un negocio si hacen algo que nos molesta, si su comportamiento nos parece irritante. Si eres capaz de controlarte en estos casos, ¿por qué no con tu hijo o hija?


Los conflictos con nuestros seres más próximos son pruebas de resistencia que nos ayudan a conocernos mejor a nosotros mismos y a nuestros allegados. Si conseguimos solucionarlos de una manera no violenta, permiten estrechar los lazos de esa relación afectiva, ya que indicará que el amor que nos une está por encima de las adversidades, el egoísmo, los malos entendidos o el orgullo. Todos los implicados deben ser conscientes de su parte de responsabilidad en el problema y tener voluntad de resolverlo. Si algún miembro no tiene interés o sus emociones le impiden estar abierto a buscar una solución, no será posible llegar a conciliar posturas. También es necesario saber cuándo es el momento idóneo para intervenir. Si estamos muy enfadados o tensos con alguien, no es útil sentarnos a hablar en ese momento, ya que es muy probable que nuestro malestar aumente y se bloquee la comunicación.

 
El conflicto dentro de la familia es, por tanto, una oportunidad para que madre, padre e hijos(as) se conozcan más y mejor, para que los vínculos afectivos se fortalezcan y se construyan puentes nuevos de comunicación. Pero evidentemente hay un riesgo: a veces el conflicto parece estancarse, volverse tan grande y tan grave que no sabemos qué hacer, es como si nos superara.